Los crímenes de nuestros antepasados también se heredan,
y alguien pagará por ellos…
¡Urgente! Menor desaparecido.
Con esta noticia se despiertan los habitantes de Aldeanegra, un pueblo salmantino cerca de La Alberca, la mañana del 12 de Agosto del 2018. En las inmediaciones dos cadáveres: el vecino Regio García, de sesenta y ocho años, con claros signos de violencia, y el perro que acompañaba al pequeño de ocho años.
Les asignan este extraño caso a la sargento de la Guardia Civil Cristina Albino y al agente Anselmo Picarzo, dos compañeros mal avenidos. En la escena del crimen no hay rastro alguno del niño, excepto un pequeño cocodrilo de madera que llevaba el menor en el momento de su desaparición. El cadáver de Regino tiene la boca llena de tierra y restos vegetales, y los agentes encuentran varias fibras de ropa manchada de sangre entre los dientes del perro. Muy cerca de los cuerpos una linterna frontal y una pequeña trampa casera fabricada con alambres.
Laura, la madre de Marcos, apodado Lobo por su abuelo, era muy joven cuando decidió tener a su hijo sola; el padre del niño un delincuente violento había decidido desentenderse de él. Desde entonces ha vivido tranquila en Aldeanegra junto a su suegra, la única persona que la ha ayudado. En esa pequeña comunidad conoció a su amiga Renata y a su madre Hanna, una judía refugiada en Inglaterra que llegó a España en la década de los cincuenta, y también a Gonzalo, hijo ilegítimo de Aurelio Galarza, un enfermo terminal que desea solucionar las cosas con su hijo no reconocido antes de morir.
Sobre todos ellos se extienden las sombras del pasado, sin que ninguno sospeche el alcance que tienen ni su oscuridad. Y cuando el pequeño Marcos desaparece, Aldeanegra dejará de ser ese lugar donde todos encontraron refugio en su día.
María Suré, ya mostró en su anterior obra “Lágrimas de polvo rojo” su interés por el peso de la culpa y las sombras del pasado, dos cuestiones que encuentran cabida en esta nueva novela. En palabras de la propia autora: “...me interesaba mostrar que una infancia cruel o dolorosa no tiene por qué convertir a alguien en un mala persona, al contrario de lo que se suele pensar. Pero siempre dejará cicatrices con las que tendrá que lidiar diariamente y que el hecho más trivial pueda volver a abrir. Con el dolor regresarán esos temidos fantasmas que se creía olvidados, y la reacción de cada persona ante esa situación es imprevisible…”
Culpa y vergüenza aparecen juntas en no pocas ocasiones como parte de un mismo binomio. Si bien el sentido de la culpa aparece cuando se rompe algún código moral y la vergüenza es una valoración negativa que proyectamos sobre nosotros mismos, no es infrecuente que aparezcan como parte de una misma ecuación. ”… la culpa es un sentimiento destructivo que acaba por marcar un carácter o incluso proyectándose de forma dañina sobre los demás. Mina poco a poco la autoestima de la persona hasta transformarla…” afirma la autora estableciendo un juego dentro de la historia.
Pasado y presente se entretejen a lo largo de Huérfanos de sombra para hacernos comprender los motivos que empujan a los personajes a reaccionar de cierta manera “...el lector tiene que empatizar con sus sentimientos, y para ello hay que remontarse al pasado y vivir con ellos los hechos que les van a marcar d epor vida. Una vez más, mostrar en lugar de contar y entender que todos podemos transformarnos en algo terrible cuando se accionan los resortes adecuados…”
El pequeño pueblo salmantino de Aldeanegra que la autora ubica próximo a La Alberca, es un lugar ficticio, ideado por la autora para desarrollar en él parte de la trama de Huérfanos de sombra Por su descripción podría confundirse con cualquiera de las diminutas aldeas que aún sobreviven en la Sierra de Francia. “...quería mostrar la parte menos visible en la vida de un pueblo pequeño, con sus ventajas e inconvenientes. Detalles que solo conocen los que han vivido en ellos…”
La propia María nos desvela que ha vivido muchas de las escenas cotidianas que se describen en sus obras “...en esta novela existe un pasaje en el que aparecemos mi padre y yo cuando era pequeña. Gonzalo le cuenta a Lobo que, cuando era un niño, solía acompañar a su abuelo cada vez que iba a visitar a su amigo Javier que tenía un bar en Santiago de la Puebla. Javier era mi padre y yo la niña con la que jugaba en el bar que teníamos en el pueblo, el bar Navarro. Por aquel entonces yo iba acompañada a todas partes por mi perro, que por supuesto, se llamaba Rudy como el perro de Lobo…”
Cristina Albino, sargento de la Guardia Civil, es una perfeccionista que raya en lo maniático, no solo en el ámbito laboral, también en la actitud que toma ante cualquier problema. Es decidida, activa, está en forma y se cuida mucho.
Anselmo Picaro, agente de la Guardi Civil, no se parece a su compañera en absoluto. Calmado y descuidado incluso con su imagen, no le importan las apariencias ni se altera por casi nada. Es probable que la depresión que lo había alejado de su trabajo años atrás tenga algo que ver con su forma de actuar.
Dos investigadores que son como el agua y el aceite, pero que formarán un gran equipo.
Un thriller costumbrista que atrapará al lector desde la primera página, viajando en el tiempo y en el espacio hasta hacer encajar todas las piezas.
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