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Foto del escritorViolant Muñoz i Genovés

Un pueblo vacío es una historia truncada. Cada pueblo vacío es una historia por contar

Actualizado: 16 abr 2020

Reseña de “El latido de la tierra” de Luz Gabás, publicado por Planeta


Un grupo de amigos reunidos tras mucho tiempo. Una mansión anclada en el pasado. Una mujer sacrificada a su legado. Un crimen con una víctima sin identificar, unos nuevos vecinos que llegan para trastocarlo todo. Secretos, mentiras, amores y traiciones. La fidelidad a la familia. Los pecados de los padres que recaen sobre los hijos. Un  mundo antiguo que quiere resurgir de sus cenizas.


La mansión Elegía sobrevive a duras penas frente a las ruinas del pueblo de Aquilare,  expropiado y abandonado, como muchos otros, en los años 70. La familia de Alira fue la  única que permaneció allí tras la despoblación, y ella ha seguido  fuertemente arraigada  a la tierra, a las obligaciones con el pasado, a la tradición. Todo lo ha sacrificado en aras  del mantenimiento del legado de sus antepasados: el amor, los hijos...


Su mundo consiste en una casa en decadencia, que ya no puede mantener, una madre que envejece, un hermano huraño y otro codicioso.


Tras consultar a sus dos grandes amigas, Amanda e Irene, es Amanda quien le sugiere una solución: alquilar varias de las habitaciones de la mansión. Ella misma, que acaba de volver al pueblo tras su divorcio, será su inquilina, y le propone ofrecérselo a Adrián, el primer y único amor de Alira, que ha vuelto también al pueblo con su esposa, Dunia, para pasar unos meses. Aunque no quiere admitirlo, la cercanía de Adrián produce en  Alira una inquietud difícil de controlar. Sobre todo cuando Adrián, consciente del deseo que aún despierta en su antigua novia, intenta varias veces romper sus barreras.


Otro hecho viene a trastocar aún más el mundo controlado de Alira. Un grupo de repobladores ha decidido instalarse en las ruinas de Aquilare y darle nueva vida. Al principio Alira se aterroriza. Nada volverá a ser lo mismo. Sí, tendrá vecinos por primera vez en muchos años, pero también sabe que muy pronto empezarán los problemas.


Entre los nuevos habitantes de Aquilare se encuentra Damer, enérgico e ilusionado, mucho más joven que Alira y completamente diferente a ella. Damer admira la fortaleza de Alira, su compromiso con el pasado, su vinculación a la tierra, su ternura. A ella le deslumbra el entusiasmo de Damer, su pasión, su honradez. Entre ellos surge una atracción que rompe todos los convencionalismos. Su relación hará que ambos se enfrenten a un dilema compartido: mantenerse fiel a unas convicciones que creían sólidas e inmutables o lanzarse a un futuro incierto pero lleno de posibilidades.


Mientras, en la mansión, las cosas empiezan a complicarse. Amanda y Adrián tienen una relación clandestina; Dunia, la mujer de Adrián, cada vez bebe más y se encierra en sí misma y Gerardo, uno de los hermanos de Alira, Telma, su mujer, llegan dispuestos a conseguir la parte que les corresponde de la herencia.


La aparición de un cadáver en la casa, un cadáver sin identificar, y la subsiguiente investigación por parte de la inspectora Esther Vargas, sacará a la luz la verdadera naturaleza de los personajes y precipitará los acontecimientos que cambiarán el mundo de Alira para siempre.


Luz Gabás tiene un apego muy fuerte a la tierra y lo muestra en el paisaje emocional que crea como escenario de sus novelas.


Sus obras siempre reflejan el espíritu del Romanticismo como actitud vital, como afirmación del individualismo, del deseo de libertad e identificación con el paisaje, con la tierra propia.


En El latido de la tierra este espíritu aparece más que en cualquiera de sus obras anteriores. No es casual el nombre de la mansión que articula la novela: Elegía, el lamento por lo que ya no está. Porque, aunque la mansión siga en pie, lo que representa se ha perdido hace mucho, aun cuando la protagonista se niegue a aceptarlo. Tanto ese cadáver aparecido en las entrañas de la casa centenaria como la propia mansión son metáforas perfectas de un tipo de vida que se desbarata.


«…Para ella no había más mundo que esa casa grande y bonita, situada a medio kilómetro del bullicioso y divertido pueblo Aquilare, y esas tierras  que recorría junto a su padre escuchando sus explicaciones. Carrascas,  enebros, tomillos, sabinas, bojes y aliagas. Tierras secas que para ella eran un vergel. Viñedos, olivares, almendros y campos de cereales…»


La autora transita entre la nostalgia de un pasado irrecuperable y la esperanza de un futuro incierto. No nos habla de un mundo idealizado, cuenta sin ingenuidad las bondades de la vida rural y también sus retos. Habla de las contradicciones, de los desencuentros, de las dificultades.


El latido de la tierra no es un canto acrítico por los viejos tiempos. Es un relato que invita a la discusión,  a la reflexión sobre esa España vacía de la que tantos hablan, pero que a nadie importa. Nos habla la novela de esos intentos de recuperación que se dan de bruces contra una Administración rígida, de leyes que dificultan cualquier intento de reconvertir ese vacío en vida nueva. Es lo que ella llama el nuevo Walden, el regreso a la naturaleza ya no solo por la parte espiritual y romántica, sino también por necesidad económica.


«…Un pueblo vacío es una historia truncada. Cada pueblo vacío es una historia por contar...»


A través de la investigación de un crimen cuya verdad se va desvelando poco a poco, como una realidad oculta tras un sinfín de velos, Luz Gabás relata una historia que transita entre la novela de misterio, la novela generacional, una  esperanzadora historia de amor otoñal y, en especial, una reflexión sobre la tradición, la herencia, la pertenencia, el amor a la tierra y el dolor por su pérdida. No es una novela negra, pero la autora, con gran habilidad, utiliza los elementos de este género para retratar los problemas morales y sociales de los personajes, para difuminar la división entre buenos y malos, para crear una intriga que potencia con la ruptura de la secuencia cronológica y que, además de argumental, es anímica. La búsqueda del culpable, en esta novela, es más el  combate de cada personaje con sus propias culpas presentes y pasadas.


La desaparición de Dunia, la mujer de Adrián, durante su estancia en la mansión de Alira, alterará la vida del grupo. Tras una búsqueda infructuosa orquestada por César, uno de los mejores amigos de Alira y sargento de la Guardia Civil, el caso quedará suspendido en un limbo de dudas y todos aceptarán sin tener ninguna prueba que la desaparecida se ha marchado voluntariamente, ya que su matrimonio con Adrián hacía agua por todas partes y ya que, además, arrastraba una fuerte depresión.


Una experimentada subinspectora de la Guardia Civil, Esther Vargas, sacará a relucir muchos secretos, entre ellos, enamoramientos del pasado y celos insospechados. Finalmente, la agente será la encargada de resolver el caso e  identificar al posible asesino.


El latido de la tierra es también una novela generacional. La de los hijos de quienes dejaron los pueblos y llenaron las ciudades de todo el país. Hijos de obreros de la industrialización de los años 60, educados en la idea del esfuerzo, del sacrificio, de la responsabilidad. Hombres y mujeres que heredaron la forma de relacionarse con el sexo opuesto, una forma que ya no les servía y tuvieron que reinventar. Es una generación que ronda los cincuenta años, que empieza a envejecer, pero que aún tiene fuerzas para reaccionar, para no aceptar la decrepitud.


Alira es el arquetipo de esta generación, una luchadora que

se enfrenta a un nuevo reto: adaptarse o abandonarse a la decadencia.

Un aspecto interesante de la novela es la importancia de la música. Los títulos de los capítulos remiten a canciones que ilustran la narración, que evolucionan con la acción de la novela. El heavy, dice Gabás, ayuda a expresar los sentimientos mejor que ninguna otra música, ya sea ira o euforia. Es una música que, como los personajes de la novela, tiene una inmensa capacidad de supervivencia, y es rebelde, marginal, una música de perdedores que hace mucho ruido y habla de frustración.


Por otra parte, la autora nos habla de la amistad como fuente de cariño y lealtad. Reflexiona sobre el valor de la misma a través de los amigos de la época escolar de Alira y de su reencuentro muchos años después. Gabás pone en tela de  juicio la firmeza de estos lazos y trata de averiguar si los vínculos que nos unen a las personas del pasado son realmente firmes.


«…Alira no había olvidado ni un detalle. Cuando el presente la defraudaba, se refugiaba en los recuerdos del pasado, especialmente en aquellos que le reforzaban la solidez de materias tan incuestionables como la verdadera amistad…»


Con un estilo sencillo y a la vez de gran belleza formal, con descripciones emocionales que remiten a lugares de la memoria colectiva, la autora utiliza el paisaje como un elemento fundamental de la narración. Las ruinas de Aquilare como testigos de un mundo desaparecido, fantasmas de otros tiempos. Y, en especial, la casa, la mansión Elegía, protagonista indiscutible de la novela. «La casa», esa razón de ser de tantas generaciones, lo más importante, lo que hay que preservar por encima de todo, y que ahora se desmorona, es una alegoría perfecta de ese pasado irrecuperable. Es el desencadenante y el consecuente de la acción.


Luz Gabás (Monzón, Huesca, 1968) fue profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Zaragoza. Persona de muchas inquietudes, durante algunos años simultaneó la docencia con otras actividades como la traducción, la investigación literaria y la participación en proyectos culturales. Desde hace años vive en el valle de Benasque, zona de sus orígenes familiares y a la que se siente muy vinculada emocionalmente. Además, fue alcaldesa de Benasque (Huesca) hasta 2015.


Antes de El latido de la tierra, Luz Gabás escribió tres novelas de gran éxito que inició con Palmeras en la nieve (Temas de Hoy, 2012), de la que vendió más de medio millón de ejemplares y de la que incluso se hizo una versión cinematográfica con uno de los actores con más tirón  mediático del momento (Mario Casas). Consiguió dos premios Goya: a la mejor dirección artística y a la mejor canción original (Pablo Alborán). En la novela narra la experiencia de su padre como emigrante a Guinea Ecuatorial para trabajar en la plantación de cacao.


A este éxito de lectores y crítica le siguió Regreso a tu piel (Planeta, 2014), una novela sobre la brujería en el siglo xvi. Como fuego en el hielo (Planeta, 2017) fue la novela que cerró esta trilogía emocional con sus queridas montañas del Pirineo como protagonistas. Si la primera novela hablaba de su pasado familiar y la segunda presentaba una historia de brujería y delación, en la última se sumergía en el Romanticismo a finales del siglo XIX y narraba una complicada historia de amor.


Publicada el 25 de septiembre del 2019 en "Peregrinos y sus letras"




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