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Sexo, café y cigarrillos o cuando filosofar era provocador.

"El Café de los existencialistas” de Sarah Bakewell, publicado por Ariel


La autora deCómo vivir. Una vida con Montaigne vuelve con el retrato de una época y un lugar en los que la filosofía, la sensualidad y la rebeldía iban siempre de la mano.


Nos ubican en el París de 1933, donde un nutrido grupo formado por Jean-Paul-Sartre, Simone de Beauvoir y Raymond Aron toman cócteles de albaricoque en el Bec-de-Gaz de Montparnasse nos sumerge en una atmósfera de reflexión y provocación intelectual.


«… ¿Sabéis? —tienta Aron a sus amigos— ¡si eres fenomenólogo, puedes hablar de este cóctel y hacer filosofía con él!...». Esa provocación animó a Sartre a integrar la fenomenología con su propia sensibilidad francesa humanística, y crear un enfoque filosófico nuevo inspirado en los temas de la libertad radical, el ser auténtico y el activismo político: el existencialismo. Bakewell entreteje biografía y filosofía en un relato épico de encuentros apasionados y una investigación vital sobre lo que aún hoy nos ofrecen los existencialistas.




Cuando leemos a Sartre sobre la libertad, Beauvoir sobre los sutiles mecanismos de la opresión, Kierkegaard sobre la ansiedad, Camus sobre la rebelión, Heidegger sobre la tecnología o Merleau-Ponty sobre la ciencia cognitiva, a veces sentimos que estamos leyendo realmente las últimas noticias. Sus filosofías siguen siendo interesantes no porque tengan razón o estén equivocadas, sino porque hacen referencia a la vida, y porque se ocupan de las dos preguntas humanas más importantes: ¿qué somos? y ¿qué deberíamos hacer?


Al hacerse esas dos preguntas, la mayoría de los existencialistas (no todos) recurrían a su propia experiencia vital. Pero esa experiencia en sí misma estaba estructurada en torno a la filosofía. Como decía Merleau-Ponty sobre esa relación: “La vida se convierte en ideas, y las ideas vuelven a la vida”. Esa conexión se hacía especialmente evidente cuando hablaban de ideas unos con otros, cosa que hacían casi todo el tiempo. (…)


Existe un motivo por el cual hay que releer a los existencialistas. Y es que ellos nos recuerdan que la existencia humana es difícil, y que la gente a menudo se porta de una manera horrible, y sin embargo también demuestran lo grandes que son nuestras posibilidades. Constantemente repiten las preguntas sobre la libertad y el ser que nosotros intentamos olvidar sin parar. Podemos explorar las indicaciones que señalan los existencialistas sin necesidad de tomarlos como personalidades ejemplares, ni como pensadores ejemplares siquiera. Son pensadores “interesantes”, cosa que creo que los hace más dignos de nuestros desvelos.»


En palabras de la propia autora, las razones por las que ha escrito este libro son:


 «Los existencialistas habitaban en su mundo histórico y personal igual que habitaban en sus ideas. Esa noción de “filosofía habitada” la he tomado de la filósofa y novelista inglesa Iris Murdoch, que escribió el primer libro completo sobre Sartre y adoptó el existencialismo muy temprano (aunque luego se apartó de él). Observaba que no debemos esperar que los filósofos morales “vivan” sus ideas de una manera simplista, como si estuvieran siguiendo una serie de normas. Pero sí que podemos esperar que nos enseñen cómo se vive en el interior de sus ideas. Deberíamos poder mirar a través de las ventanas de una filosofía, por así decirlo, y ver cómo la ocupa la gente, cómo se mueven con respecto a ella y qué hacen.


Inspirada tanto por las divisas de Merleau-Ponty sobre las ideas vividas como por la “filosofía habitada” de Iris Murdoch, y estimulada por mis propios sentimientos de extrañeza a la hora de volver sobre mis pasos, quiero explorar la historia del existencialismo y la fenomenología de una manera que combine lo filosófico y lo biográfico. Es una mezcla hacia la que muchos de ellos se sentían atraídos (aunque uno la repudiaba: Heidegger) y eso también ha espoleado mi deseo de hacer lo mismo. Creo que la filosofía se vuelve más interesante cuando adopta la forma de una vida. Del mismo modo, creo que la experiencia personal es más interesante cuando se piensa en ella filosóficamente.»


SARAH BAKEWELL estudió filosofía en la Universidad de Essex y trabajó durante diez años como curadora de libros antiguos en la Wellcome Library de Londres antes de dedicarse en cuerpo y alma a la escritura en 2002. Ahora enseña escritura creativa en la City University y en la Open University. Ha publicado también en Ariel Cómo vivir. Una vida con Montaigne.


Publicado el 26 de octubre del 2016 en "Peregrinos y sus letras"

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