“El cielo de tus días” de Greta Alonso publicado por Planeta
Si algo bueno me ha aportado el confinamiento por el COVID19 es que he podido dedicarle más tiempo, si cabe, de mi vida a la lectura. Ello me ha llevado no solo a leer aquellas propuestas de autores de renombre a los que debo entrevistar en cuanto termine la cuarentena en mis programa de radio, sino también darle paso a autores desconocidos.
«…La historia de Alicia yacía oculta bajo siete llaves. Pero la irrupción del sobre en la rutina de abril me volvió a enfrentar al abismo. Natalia posó su mirada en la mía, y comencé a revivir su relato, a desgranar una porción de lo ocurrido quince años antes, cuando despertar cada mañana aún merecía la pena…»
Y este es el caso, una grata sorpresa de la que es la opera prima de una autora, que se parapeta detrás del pseudónimo Greta Alonso y que prefiere seguir en el anonimato dentro del mundo literario. Prefiere que la conozcamos a través de su obra, y ésta me ha arrojado una historia contundente, llena de giros inesperados, sorpresas, un entramado de poder crudo y peligroso, así como grandes dosis de mentiras y violencia, tan presentes lamentablemente en la sociedad que vivimos.
Una novela negra con grandes personajes y una grandísima historia de amor llena de conflictos emocionales, grandes diálogos y espectaculares giros.
La aparición de un mechón de pelo junto a este inquietante anónimo provoca la reapertura del «caso Alicia», la joven asesinada hace quince años en un monte de Cantabria; el hecho podría confirmar una terrible sospecha: ¿y si el autor del crimen no fuera el hombre encarcelado por ello hace más de una década?
La eficiente y metódica inspectora Herreros se verá obligada a liderar la investigación entre un Bilbao opresivo y un Madrid frenético mientras seguimos los pasos en primera persona del inspector Brul, su jefe y mentor, el hombre que mantuvo una relación con la víctima meses antes del suceso.
Herreros y Brul, dos caracteres arrolladores, una fuerte atracción física, se sumergen en un crudo entramado de poder, mentiras y violencia.
¿Quién era Alicia? ¿Qué oculta Brul? El coste de la verdad marcará para siempre a los protagonistas.
Alicia López Torre era una joven de diecisiete años de edad, desaparecida el sábado 11 de agosto de 2001. Sus padres habían interpuesto una denuncia, y con ella se activó el protocolo de búsqueda. Cuando se solicitaron refuerzos a Madrid ya habían dado con su ropa en el monte Buciero, en Cantabria: unos excursionistas hallaron prendas ensangrentadas.
La sangre encontrada era suya, era la sangre de Alicia. En la escena rastros de lucha, arbustos aplastados. Jirones de cabello, una cuerda con restos de piel. ¿Fue estrangulada? ¿Apuñalada? El lance debió ser feroz.
Entre los restos se halló otro perfil sanguíneo, y los análisis arrojaron concordancia con el ADN de un joven industrial italiano, fichado en su país por delito económico. Se trataba de Ennio Rossi. Resultó que conocía a la víctima, y carecía de coartada.
¿Y el cadáver de Alicia? Allí no lo encontraron. Días más tarde, se descubrieron parte de sus restos descuartizados en una de las empresas de Rossi. El presunto asesino se proclamaba inocente, pero aparecía con la chica en unas grabaciones. Fue declarado culpable, y se cerró el caso.No había móvil del crimen, ni cómplices. Sin embargo, quince años después del crimen, un extraño sobre aparece en el buzón de la inspectora Herreros.
La fecha coincide con la proximidad de la salida de Ennio de la cárcel. Esto podría guardar relación, pero también podría apuntar a la complicidad de terceras personas, o incluso que Ennio, el supuesto asesino, sea inocente. Se abren un sinfín de interrogantes para los inspectores Brul y Herreros.
El inspector Álex Brul es el jefe de la Policía Judicial de Bilbao.El día que aparece el sobre con las pruebas que podrían reactivar la investigación del “caso Alicia” él ya intuía que algo sucedería ese día, él lo supo nada más levantarse, estaba convencido de que ese iba a ser uno de esos días de mierda. En el pasado, mantuvo una relación sentimental con Alicia, algo que le atormentará de por vida.Pese a que habían pasado quince años, Alicia seguía estando latente en su cabeza. No había logrado superarlo, más bien, había aprendido a vivir con ello.
«…Alicia surgía en todas partes, pero no era tangible en ninguna, y en las últimas horas su imagen me asediaba. Estaba a punto de estallar...»
Con el paso del tiempo Álex había rehecho su vida. María había sido su tabla salvavidas, y ahora se aproximaba su boda. Los preparativos del enlace ocupaban todas las conversaciones, llevaban muchos años juntos y había llegado el momento de dar el paso. Sin embargo, él no sentía ninguna ilusión. María ya no era la de antes, o al menos él lo sentía así. Cada vez había más diferencias entre ellos y las discusiones se hacían más frecuentes. Álex se refugia en su trabajo, donde tiene una relación especial con la inspectora Herreros.
Natalia Herreros es una de las mejores inspectoras de la Judicial de Bilbao.La mejor. Era realmente excelente en su trabajo, sin embargo, su vida personal no pasaba por el mejor momento. Pronto cumpliría treinta y cuatro años, ostentaba un buen cargo en la Policía, un trabajo envidiable, pero sentía que se había estancado. Convivía con Tomás, un hombre del que había estado enamorada pero que ahora le producía pereza y ganas de llorar.
«…A veces fantaseaba con la idea de largarme, salir de allí dando un portazo brutal que hiciera temblar las paredes. Al dejar atrás el portal, escucharía el estruendo, el del edificio derrumbándose a mi espalda. Planeaba muchas cosas, pero nunca hacía nada...»
Álex Brul es su jefe. Ambos tienen un carácter arrollador, y también una evidente atracción.Este feeling llegará a ser incómodo entre ellos, hasta el punto de que Natalia se planteará marcharse de Bilbao a Madrid, donde podría trabajar en Homicidios. Se verá involucrada en el caso Alicia tras recibir un misterioso sobre en su buzón. ¿Qué pintaba ese sobre en el buzón de la inspectora Herreros?
Tal y como reza el comienzo de la novela, Álex sabía que ese iba a ser un día de mierda, pero no intuía hasta qué punto iban a complicarse las cosas cuando la inspectora Natalia Herreros le tendió un sobre en la mesa. Un sobre con sus nombres garabateados con rotulador negro y en letras mayúsculas. El envío era anónimo y dentro había una bolsa de pruebas, transparente. En su interior, la foto de una chica, con nueve palabras en el reverso.
Se trataba de mucho cabello, de una coleta entera. Alex sintió un latigazo, no podía ser, pero era. La foto era de Alicia, aunque eso no implicaba que el pelo fuese suyo. En cualquier caso: ¿por qué alguien enviaba su supuesto cabello quince años después? ¿Y por qué aparece en el buzón de la inspectora? Podría ser una broma macabra, una broma de muy mal gusto, pero Alex tenía la certeza visceral de que ese pelo era de Alicia. En lo que respectaba a la muerte de Alicia, quedaban cabos sueltos.
«..Mis manos, curiosas, recorrían la bolsa. Me moría de ganas de abrirla, de deslizar las hebras radiantes entre los dedos; olerlo, saber si quedaba algo suyo. Pero no debía contaminar pruebas.
En eso se había convertido su cabello, en una prueba pericial.
¿Una prueba de qué? Eso aún no lo sabía.
(...) Yo no pude resistirme. Abrí la bolsa, introduje los dedos y extraje el mechón. Acaricié con deleite los filos ambarinos. Cabello muerto brillante. (...) Acerqué el mechón y aspiré su aroma. Cabello inerte. Cerré los ojos. Cabello de Alicia, que ya no olía a nada...»
Lo que estaba claro es que la aparición del sobre suponía la posibilidad de reabrir el caso, que había sido cerrado al declararse culpable al empresario Ennio Rossi.
Finalmente, Natalia se trasladará a Madrid, al departamento de Homicidios, y dirigirá la reapertura del caso. La tensión entre su jefe, Álex Brul, y ella, se había ido intensificando con el paso del tiempo, y sentía que lo mejor para ambos era que se distanciasen. Así, Natalia tomará la decisión de mudarse, de respirar aire nuevo. Tenía la necesidad de un cambio. Bilbao ya era pasado, y el futuro estaba en Madrid.
«…Aún no eran las ocho, pero ya era de día y la herida latía. Me puse al volante, mientras repetía entre dientes mi propósito principal: evitar a Tomás y a Álex, eludir conversaciones incómodas y preparar la mudanza inminente; apenas faltaban diez días.
Enchufé la música a tope, West End girls, de Pet Shop Boys, mientras rodaba por la ciudad. Harta de esos rostros, de esas calles, de edificios recios y farolas tristes. Había nacido allí, amé esas alamedas, pero todo fluía; las personas y sus vidas...»
En cuanto al caso de Alicia, quedaban muchos cabos sueltos, líneas de investigación sin explorar... por ejemplo, la que podría inculpar al propio jefe de la policía, el inspector Brul, que mantuvo una relación con ella. Natalia estaba decidida a llegar al fondo del asunto, no dejar ninguna posibilidad sin explorar, incluso la más descabellada. Para ello, trazó un plan de acción. El listado de tareas de su libreta se desplegaba como una carta náutica.
Álex tiene un hermano, Néstor, que está en la cárcel. Néstor se hizo íntimo de Natalia tras su ruptura. En un sobre que le pertenecía, Álex había encontrado más fotos. Junto a una foto de Alicia habiía veinte reproducciones antiguas, en blanco y negro, todas en paisaje nevado; al fondo, dos picos y una torre almenada. En cada estampa, una gigantesca caja de madera; y en cada caja, un código numérico y una palabra en pintura roja: “Reprobus”. ¿Qué significaba todo aquello?
«…—¿Crees que Néstor... oculta algo? Es tu hermano. —Todo el mundo oculta algo…»
Interrogado el supuesto asesino, Ennio, mantiene su versión y se ciñe a su declaración inicial. Natalia y él eran amigos y esa tarde tomaron algo por Santoña. Después se despidieron. Sin embargo, en las grabaciones de las cámaras ella iba en su coche, se dirigían al bosque. Se halló sangre en la maleza y parte de sus restos despedazados en terrenos de su empresa. Ennio sostiene que es un cabeza de turco. Álex llegará a considerar la hipótesis de que su hermano asesinase a Natalia para inculpar a Ennio. Ellos dos habían sido socios, hubo conflictos, y tras la imputación de Rossi, Néstor salió beneficiado con acciones de sus empresas.
Además, Natalia y Álex descubrirán que Néstor llevaba catorce años haciendo elevadas transferencias de dinero a un tal Ibán Suárez, un reputado neurólogo vasco. ¿Qué vínculo mantendría Néstor con alguien así? ¿Su hermano estaba en tratamiento, o se trataba más bien del pago de algún “servicio” más oscuro? No lo sabían, pero habría que llegar hasta el motivo de aquellas extrañas transferencias.
Natalia no quería dar nada por hecho ni descartar ninguna opción. Por ello, decidió acudir a un grafólogo para que investigara el trazo del sobre manuscrito. Sabía que esa disciplina no estaba aceptada judicialmente, pero, pese al escepticismo, toda información era poca. El análisis del grafólogo la dejó de piedra. Estaba describiendo el perfil de un psicópata.
«…—He estado estudiando el manuscrito —comenzó Teo—. El trazo no es simple; estáplagado de filigranas y artificios... Te enfrentas a alguien complicado. Las letras son elevadas; la zona superior se estira... Eso indica afán de poder, de sentirse superior.
(...) —La letra es estrecha. Tensa y cerrada. Eso se traduce en ausencia de empatía. ¿Sadismo? También capto velocidad. Ello muestra impaciencia, ausencia de dominio del impulso. Y el trazo pastoso refleja fuertes instintos sexuales...»
Natalia quiso entrevistarse con el inspector Pinedo, el autor del informe sobre el caso Alicia. Ahora rondaba los setenta años y estaba jubilado. Fue apartado de las investigaciones tres meses después del crimen por un accidente de tráfico. Cuando Natalia le entrega el informe, éste le dice que ese no es el original, que está plagado de lagunas e imprecisiones. Por suerte, el inspector guardaba una copia del informe original, en el que aparecían datos que Natalia desconocía hasta el momento, por ejemplo, que había semen en la ropa de la víctima. También aparecían detalles acerca de cómo supuestamente Ennio hizo desaparecer el cuerpo. Se habló de que pertenecía a la lupara bianca, una mafia que hacía desaparecer los restos de sus víctimas desintegrándolos hasta borrar su rastro.
«…Descuartizó el cuerpo, lo ocultó en algún sitio y, poco a poco, lo desenterraba y lo iba disolviendo con sulfúrico diluido en agua; para acelerar el proceso. Era químico, disponía de medios, y en un pequeño depósito hallamos distintas “secciones”, por decirlo así: el torso, las piernas... Apenas llevaban unas horas sumergidas y pudimos identificar sus tejidos...»
Los padres, por supuesto, también habían sido interrogados. El día del crimen, Alicia había salido de casa a las ocho de la tarde; iba al centro. Los padres advirtieron que había desaparecido el domingo por la mañana, pero no dieron parte hasta el lunes, lo cual resultaba muy extraño. Además,su versión de los hechos fue variando. Primero dijeron que se trató de un secuestro en el propio domicilio. En la declaración inicial, la madre sostuvo que su hija volvió a casa esa noche y se encerró a estudiar. Habló de un rapto en el piso. Después cambió su versión: Alicia salió a las ocho y nunca regresó.
«…—En el instituto mencionaron a un exnovio. Alicia estaba centrada en los estudios, pero había conocido a un chico.Según el informe, ese chico había acudido a esperarla a la salida en alguna ocasión. —Alejandro Brul. Tu jefe en la Judicial...»
Se trata por tanto de un thriller trepidante, donde nada es lo que parece. Donde las mentiras, o la ocultación de la verdad, condicionan la historia de los protagonistas, Alex y Natalia. Una prosa sencilla y directa, que marca una descripción de los hechos casi cinematográfica ambientada en Bilbao y Madrid, con conexiones internacionales, que nos coloca a Greta Alonso dentro del panorama literario nacional siguiendo la estela de autoras de raza de la novela negra.
Publicado el 8 de abril del 2020 en "Peregrinos y sus letras"
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